Conocer nuestras virtudes y falencias es esencial al momento de liderar; para recorrer ese camino es que trabajamos en la formación continua, donde los conocimientos son relevantes, pero no son suficientes para llegar a ser ese individuo que lidera (tal como se detalla en los libros o manuales que abordan la temática).El conocimiento nos dará las herramientas necesarias, pero sin dudas, se termina de alcanzar la expertise e idoneidad para ejercer el liderazgo, cuando se pueden poner en práctica todos los conocimientos adquiridos, situación que termina de forjar el carácter y la habilidad de quien pretende ser líder.
Por esa razón, uno de los grandes errores que se cometen, es pensar de forma apresurada que nos conocemos en profundidad, y, por ende, no le dedicamos el tiempo necesario a realizar esa introspectiva. La forma más simple es realizarnos un auto cuestionario respondiendo de forma sincera e íntima a una serie de preguntas que se detallan a continuación: ¿Conocemos nuestras virtudes y defectos o nuestras fortalezas y debilidades?; ¿Es cierta la apreciación que tenemos de nosotros mismos?; ¿Conocemos nuestros valores?; ¿Sabemos comprender y manejar nuestras emociones convenientemente?
Estos no son los únicos interrogantes que podemos plantearnos, pero si los básicos para realizar esa primera mirada interior, auténtica y verdadera. Responder estas preguntas con sinceridad nos facilitará esa conexión interior, que nos llevará a una profunda reflexión y conocimiento del yo interior, permitiéndonos alcanzar un mayor nivel de autenticidad que se verá reflejado en un mejor liderazgo, donde la motivación y la inspiración tomarán un rol preponderante. Ahora bien, puede ocurrir que ese ser interior no coincida total o parcialmente con la visión, misión y valores de la organización, institución o empresa: dado este antagonismo entre nuestros valores o principios de vida y el lugar donde desarrollamos nuestra profesión y/o actividad, se presentará ante nuestros ojos una serie de inconvenientes y aspectos a resolver.
Esta coyuntura se ve reflejada en distintas situaciones, tanto desde acciones de la organización como de quien lidera al personal o equipo. Como ejemplo se puede citar, desde lo empresarial, a aquellas organizaciones que promueven la sustentabilidad y en sus acciones vemos que contaminan el medioambiente. Por otro lado, desde lo personal, se puede pensar en quienes lideran un equipo basado en el compromiso y la responsabilidad, pero que, paradójicamente, son los primeros en no cumplir con dichas premisas. La cantidad y variedad de ejemplos para esta situación son interminables, y seguro encontrarán uno rápidamente en su entorno.
Este tipo de situaciones inevitablemente generarán un mal clima laboral, provocando en algunos casos un vacío en lo personal, que se refleja en personas que no alcanzan una vida plena, y esto resulta contraproducente para la conformación de cualquier espacio de trabajo. Un error muy habitual es pensar que esta falta o falencia se puede solucionar desde lo económico-con un aumento o incremento de los haberes-, pero no siempre ocurre o en muchos es una solución momentánea, dado que si la situación persiste en el tiempo suele agravarse el problema. El desagrado inicial se puede maquillar o pasar a segundo plano por un tiempo limitado, pero final emergerá y serán mucho más graves sus consecuencias.
Entonces, se puede decir que poseer un gran conocimiento del yo interior es sustancial para poseer una vida equilibrada desde lo emocional, que nos permitirá ejercer un liderazgo desde la autenticidad y se verá reflejado en una mayor conexión con el equipo o las personas a cargo. Este vínculo nos permitirá generar una mayor eficiencia a partir de la cercanía entre las personas que conforman el equipo y quien las lidera. La comunicación es un factor primordial desde siempre, aún más en la nueva normalidad, que se caracteriza por el surgimiento de la era de la hibridez.
Para aquellos que se desempeñen como líderes, poseer una buena comunicación es vital; en la actualidad no es una opción, sino que se presenta como una obligación trabajar y aprender de forma constante sobre la disciplina. Ser una persona que capte la atención de su entorno cuando habla, que comparta las palabras justas en el momento adecuado y que las exprese con claridad y simpleza, es sustancial para ejercer un buen liderazgo. Muchas personas no logran liderar a su equipo como desearían, no por falta de buenas ideas, sino por no poder plasmarlas convenientemente al expresarlas, y en este sentido suele ser muy influyente el contexto, tanto laboral como social. Por supuesto, también existen aquellos individuos que prefieren no compartir sus ideas, y esto es aún mucho peor para alguien que quiere ser líder.
El gran interrogante es saber cuál es la causa de que suceda esto. Los motivos pueden ser diversos, entre los cuales destacamos los genéticos y los que se deben al entorno. En el primer caso nos remontamos a la infancia y al momento en el que se adquieren las competencias para desarrollar el lenguaje, mientras que en el segundo, nos situamos en el contexto en el que la persona creció, puesto que las interrelaciones a las que ese individuo fue sometido tendrán repercusión en la forma de comunicarse a futuro (es decir, si el ambiente es de un lenguaje básico y de pocos recursos, las opciones lingüísticas de las que el hablante dispondrá también serán menores). Por supuesto y desde luego, estas faltas o carencias pueden ser revertidas mediante una formación sostenida.
En tal sentido, la genética y el entorno son dos variables importantes, pero no determinantes si lo que nos proponemos es adentrarnos en el mundo de la capacitación y la educación. Esta no será una tarea sencilla; con perseverancia y esfuerzo se podrán adquirir esas habilidades que en la actualidad son esenciales en el mundo del trabajo. En cualquier tarea que se deba desarrollar, la comunicación ocupa un aspecto central, y quien lidera necesita que cada persona a su cargo posea las herramientas y capacidades para comunicarse de manera satisfactoria con sus interlocutores. De esta forma, se asegura evitar malentendidos o ese ruido en la comunicación que se refleja luego en un clima laboral tenso, y que inexorablemente lleva a un menor nivel de eficiencia. Entonces, no cabe duda que la formación en Comunicación no debe ser optativa, sino obligatoria para toda persona que vaya a ocupar un puesto o espacio de trabajo.
El entrenamiento en comunicación es imprescindible en la actualidad para cualquier persona que se incorpore al mundo laboral, pero es trascendental para quien es líder o referente de un equipo o espacio político. No poseer dicho entrenamiento supone un gran déficit que se verá rápidamente reflejado al ejercer su función de liderazgo. Algunos ejemplos son: cuando lidere las reuniones del espacio o equipo, la forma en la que marque un error o corrección a alguna persona de su equipo, desarrollo de presentaciones, al plantear actividades motivacionales para su equipo, ver que cada integrante comprendió su rol, entendió su tarea y los objetivos perseguidos, entre otras.
Estas son solo algunas funciones, pero marcan la diversidad de conocimientos y habilidades en comunicación que debe poseer quien lidera, que van desde la tarea más simple o sencilla, hasta que todas las personas a su cargo comprendan no solo sus tareas y objetivos, sino la misión, visión y valores de la organización o espacio. Sin duda alguna, quien lidera en la actualidad necesita un alto nivel de capacitación y experiencia continua para poder llevar adelante su tarea con eficiencia.
Una buena comunicación marca una gran diferencia en la interrelación con otras personas. Esto se refleja en nuestra vida profesional -como ya hemos marcado-, como también en la faz personal(es muy común escuchar que por un malentendido se han producido grandes conflictos familiares, se han terminado amistades, relaciones de parejas, etcétera). Muchas veces no se alcanza el nivel de felicidad deseado por no expresar nuestras ideas o pensamientos por miedo a que resulten ofensivas, o bien, sean malinterpretadas o tergiversadas por no haber sido enunciadas con claridad.
Como introducción al tema nos queda claro, que poseer una buena formación en comunicación produce un impacto positivo en lo personal, pero aún más, en las relaciones que se desarrollan al cumplir nuestra tarea o profesión, tanto sea como miembro de un equipo o cuando estamos ejerciendo el rol de líder. El adquirir una buena formación, que nos facilite la utilización de las distintas herramientas comunicativas y la gran variedad de técnicas, nos allanará el camino para convertirnos en profesionales con un alto nivel de comunicación.
